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El inframundo de la corrupción

febrero 11, 2015

 

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El inframundo de la corrupción

Bernardo Barranco V.

La Jornada Miércoles 11 de febrero de 2015

El nombramiento de Virgilio Andrade como secretario de la Función Pública, y supuestamente encargado de investigar los contratos de las empresas que vendieron casas al presidente Enrique Peña Nieto, a Angélica Rivera y a Luis Videgaray, así como los reportajes de The New York Times sobre adquisiciones de propiedades por miembros de la clase política, bajo métodos nebulosos en Estados Unidos, colocan el tema de la corrupción y de la impunidad como una de las más grandes patologías del actual sistema político mexicano. Ante este cuadro de escándalos y pérdida de credibilidad, llaman la atención las resistencias en el proceso regresivo que se experimenta en el Senado en la elaboración de la ley reglamentaria en materia de transparencia. Mordiéndose la lengua, porque muchas empresas son irremediablemente corruptas en las licitaciones, los empresarios de Consejo Coordinador Empresarial expresaron su compromiso ético de inhibir, prevenir y, en su caso, denunciar actos de soborno, cohecho y mordidas que provengan de funcionarios públicos, y exigieron para este periodo de sesiones se apruebe la ley anticorrupción, pues México vive una de sus peores crisis en la materia.

 

Si bien la comprensión del fenómeno de la corrupción es relativamente reciente, tiene sus raíces en la génesis del ser humano. Ahí está el relato bíblico cuando la serpiente tentó con una manzana para convencer a Eva y boicotear así a Dios con un golpe de Estado. Muchos afirman que tal vez por nuestra pertenencia cultural a la religión católica, al contrario de lo que sucede en la protestante o incluso calvinista, nos acostumbramos a ser indulgentes con nuestras debilidades y pecados; nos invita a la condena y absolución en lugar de la expiación. Sin embargo, al contrario de lo que afirma el presidente Peña Nieto, la corrupción no es un lastre cultural, sino es una deformación del poder. Es la forma de ejercer, mantener y conquistar el poder que determina las características esenciales de la corrupción. Es decir, la corrupción es ante todo un trastorno político altamente contagioso. La corrupción se ha convertido es un sistema endémico; no son actos aislados, sino práctica casi habitual. Cuando los políticos y funcionarios en el poder se embolsan sobornos y privilegios, con el tiempo se acostumbran a la corrupción hasta el punto de considerarla práctica normal. El efecto que se produce es el daño o distorsión del sistema económico, así como la degradación moral. Podríamos señalar que actualmente México vive una crisis de moral pública por todos los señalamientos y escándalos o, como se dice con eufemismo, conflictos de intereses.

 

¿La corrupción es cultural o es la forma de ejercer el poder?

¿La corrupción es cultural o es la forma de ejercer el poder?

El fenómeno de la corrupción tiene muchas implicaciones, sobre todo en términos de la vida social, económica y jurídica. Pero sus efectos devastadores se centran en la dimensión de la ética social; es también causa y consecuencia del subdesarrollo, porque distorsiona el crecimiento e induce a la exclusión social. El enriquecimiento es considerado por los mexicanos, en especial los políticos, como el principal signo de distinción y superioridad social. La aristocracia del dinero es la única jerarquía reconocida. El dinero fácil es una tentación que, para la mayoría, es difícil de resistir. Incluso el poder se adquiere con dinero, más que con habilidad. El papa Francisco ha sido muy insistente ante la corrupción de los políticos, expresando que ante la mordida los políticos pierden la dignidad humana: Quien lleva a casa dinero ganado con la corrupción da de comer a sus hijos pan sucio.

 

Una vez conocidos los resultados electorales, escribí un artículo titulado: “ Atlacomulquización del poder como riesgo” ( La Jornada, 4/7/12), donde advertía sobre el conflicto de las imbricaciones, es decir, la política como vehículo para hacer grandes negocios, y los negocios como espacios que articulan a los políticos en redes de complicidades. En la experiencia mexiquense, la cual conozco muy bien, el motor del espacio político se basa en el sistema de lealtades que llegan hasta el extremo de la afinidad consanguínea. Los ciudadanos no existen; son súbditos, sometidos, al igual que los medios de comunicación, mediante gratificaciones abiertas o subterráneas. El sistema autoritario se sustenta en una burocracia tipo bonapartista, aceitada y disciplinada, que somete a los demás órdenes de gobierno, principalmente el sistema legal, a los intereses del Ejecutivo. De tal suerte que la interpretación de las normas, leyes y reglamentos deja intrincada una amplia discrecionalidad y condiciones favorables para crear grietas por donde la corrupción se infiltra. Un sistema en que ya no se pueden separar las manzanas podridas porque todo el canasto está contaminado. Es parte de la cultura política del grupo en el poder.

 

corruzione_rappresentazione_NEl problema de fondo es cómo superar la corrupción política. La cultura del ejercicio del poder provoca la proliferación de transgresiones, no como una degradación de los individuos, sino como condición estructural. Y esto afecta a la relación de confianza entre los ciudadanos y la clase política, por tanto, el buen funcionamiento del sistema constitucional en su conjunto. Si nadie decide luchar contra la corrupción, difícilmente podemos esperar que se autodestruya. Pero hay que evitar el fatalismo. No es del todo correcto afirmar que todos los políticos son corruptos ni una actitud de rechazo total al servicio público, porque genera el pesimismo y la resignación de que la corrupción es efectivamente una condición humana intrínseca y, por tanto, por más que hagamos, tardará generaciones extirparla. En suma, la corrupción campea en regímenes autoritarios o dictatoriales; por ello, la transparencia y el acceso a la máxima información son herramientas básicas que permiten a los ciudadanos revertir la democracia y regular las tentaciones de corrupción. Norberto Bobbio, en Il futuro della democrazia, Turín 1991, sostiene que la política tecnocrática impone que las decisiones sean tomadas sólo por unos cuantos con poder e información privilegiada, mientras la democracia supone que las grandes decisiones atañen a todos los ciudadanos. Requerimos una nueva cultura de la legalidad, precisamos de mayor contrapeso de organizaciones ciudadanas, iglesias y medios de comunicación que reviertan y denuncien la corrupción; pero sobre todo, debemos vencer la indiferencia.

Nuevo Papa y nuevo pacto eclesial

marzo 7, 2013
Los papables

Los papables

Nuevo Papa y nuevo pacto eclesial

Posteando Bernardo Barranco

El largo pontificado de Juan Pablo II generó una gran corriente de una Iglesia gloriosa, más triunfalista, mediática, masiva e imperial, la cual estuvo manejada, sobre todo, por el cardenal Angelo Sodano, que, como todos sabemos, es un político que fue muy amigo de personajes como Augusto Pinochet y Marcial Maciel. Incluso hay nuevas investigaciones que demuestran que Sodano se dejó corromper por los Legionarios.

Ésta es la atmósfera, la larga agonía del papa Juan Pablo II que llevó a los diferentes grupos a alcanzar acuerdos, lo cual quedó demostrado en el cónclave en el cual Benedicto XVI fue electo. Es decir, el papa Ratzinger representaba la continuidad. No de balde había sido el colaborador intelectualmente más activo. Esto llevó a un gran acuerdo entre las diferentes fuerzas conservadoras que dejaron lejos y atrás el sector progresista del Concilio Vaticano II, que estaba en ese momento encarnado en el cardenal Carlo María Martini.

Todo este gran andamiaje, toda esta gran burbuja ilusoria que dejó Juan Pablo II, de una Iglesia triunfalista, de espectáculo y teatralidad se sustentaba en el carisma y en la gran personalidad de ese Papa polaco. Pero este se le fue desmoronando a pedazos a Benedicto XVI.
En definitiva, la crisis que enfrentó en torno a la pederastia en Estados Unidos, Irlanda, Australia, Alemania o en México, con los Legionarios de Cristo, sacudió la Iglesia católica, de una manera profunda y dramática. Ante esta gran crisis, la vieja guardia de Juan Pablo II, encabezada por Sodano, y en la que se agrupan por ejemplo, Giovanni Battista Re, Leonardo Sandri o Eduardo Martínez Somalo planteó enfrentar, como un solo puño, al enemigo externo, que para ellos era el lobby político-masón en Washington y el lobby mediático de los judíos de The New York Times, en Nueva York. Benedicto XVI no entra en esta estrategia, fue más auto crítico, e incluso hizo grandes reformas en torno a la pederastia, con un enfoque más a favor de las víctimas. Alargó, por ejemplo, el periodo de prescripción de ese delito y legisló entregar a las autoridades seculares a los curas pederastas.

Estas posturas fueron mal vistas por el viejo sector wojtiliano, de manera que ese pacto -que unió primero las facciones del Vaticano- se fracturaron. Todo esto está documentado mediante el fenómeno llamado Vatileaks y que están concentrados en un libro de Gianluigi Nuzzi, que se titula: Su Santidad, Las cartas secretas de Benedicto XVI, el cual muestra estos antagonismos, estas luchas feroces y palaciegas entre los sectores viejos, encabezados por Sodano, y el sector igualmente conservador, pero más pastoral, en el que está el mismo Papa, con su secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Este último es el personaje más atacado en todos esos escándalos. El Papa Benedicto XVI queda muy vulnerable frente a todo.  Sufre de debilitamiento pero con su  renuncia obliga al conjunto de la Iglesia al cónclave y  a las grandes facciones de la curia a reunificar criterios en torno a un proyecto de sucesión, a un debate para   encontrar nuevos equilibrios y nuevos pactos. En suma a reconstruir los  tejidos sociales que se han fracturado en los últimos dos años. Los cardenales bajo la mirada inquisitiva de los medios se plantean antes de entrar en el cónclave reformar la corrupta curia romana como paso obligado para empezar sanear la Iglesia.

Milenio Estado de México, jueves 7 de marzo de 1013

La Iglesia católica necesita sacudirse sus polvos imperiales

febrero 18, 2013
conclave
La Iglesia católica necesita sacudirse sus polvos imperiales

Entrevista a Bernardo Barranco Villafán/Analista de temas religiosos

logoAntonio Cerda Ardura

Tras el repentino aviso de su renuncia, el papa Benedicto XVI dejó entrever, el pasado miércoles de ceniza, algunos de los graves problemas que aquejan a la Iglesia católica y que lo orillaron a presentar su dimisión.

El Papa indicó que las “divisiones en el cuerpo eclesial” mantienen “desfigurado” el rostro de la Iglesia, por lo que es necesario “superar individualismos y rivalidades”.

Aunque sin especificar quién o quiénes son los miembros de la curia rebeldes, Benedicto XVI denunció la hipocresía religiosa y las actitudes que “buscan el aplauso y la aprobación”, y no dejó de aludir, aunque de manera embozada, a quienes se han aprovechado de los escándalos por pederastia, corrupción, enriquecimiento y tráfico de influencias: “En nuestros días muchos están listos a rasgarse las vestiduras frente a escándalos e injusticias, naturalmente cometidos por otros, pero pocos parecen dispuestos a actuar en su propio corazón”, acusó.

En sus casi ocho años de pontificado, el obispo de Roma debió sortear graves crisis que mantienen a la Iglesia crujiendo, como el discurso que pronunció el 12 de septiembre de 2006 en la Universidad de Ratisbona, en el que aludió a una presunta relación entre violencia e Islam, lo cual exacerbó a los musulmanes; la excomunión del obispo lefebvriano británico Richard Williamson, que a finales de 2008, en declaraciones a la televisión sueca, negó el Holocausto, o la guerra intestina que mantienen tras los muros del Vaticano el actual decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, y el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien, en su calidad de Camarlengo, se hará cargo de la Santa Sede desde el 28 de febrero, fecha en que Benedicto XVI tirará la toalla, y hasta que el sucesor sea elegido.

Entrevistado por Siempre!, el analista de temas religiosos Bernado Barranco Villafán dice que, a pesar de sus enfermedades, la causa probable de la renuncia del pontífice es que busca no sólo terminar con la polarización de las distintas corrientes del Vaticano, sino también incidir en la sucesión.

También señala que lo deseable es que el sucesor sea un hombre abierto a la sociedad contemporánea y que la Iglesia se sacuda los polvos imperiales que la mantienen atrasada.

Dos interpretaciones

¿Realmente la renuncia del Papa es porque, debido a sus enfermedades, él prefiere una retirada digna y no convertirse en un circo? ¿O debemos pensar en presiones?

Bernardo Barranco

Bernardo Barranco

Predominan como dos grandes corrientes: una es, efectivamente, por temas de edad y de salud. Como Benedicto XVI es ya un papa vulnerable frente a las diferentes corrientes antagónicas en la curia romana, él decidió, en un acto de  humanidad y de valor evangélico, renunciar. Ésta sería la hipótesis más sencilla.

Hay otra corriente que se acentúa en una postura de jugada del Papa más política e inteligente. Es decir, que, al renunciar, busca no sólo ordenar las cosas en la coyuntura polarizada de las diferentes corrientes del Vaticano, sino también incidir en la sucesión.

Grosso modo, ésas serían las dos grandes interpretaciones que se están manejando en torno a la renuncia. Pero, desde luego, yo me inclino más por la segunda hipótesis. Pensando en que Ratzinger es un hombre sistemático, inteligente, culto, que conoce como pocos el funcionamiento de la Iglesia, yo creería que ante el quiebre o la fractura del pacto que lo llevó al pontificado en 2005, fundamentalmente por el tratamiento en torno al tema de la pederastia, él renuncia para obligar a que se rehaga este pacto en torno al proyecto de Iglesia y el mandato a su sucesor.

¿Cómo se dio esa ruptura?

El largo pontificado de Juan Pablo II generó una gran corriente de una Iglesia más triunfalista, mediática, masiva e imperial, la cual estuvo manejada, sobre todo, por el cardenal Angelo Sodano, que, como todos sabemos muy bien, es un político que fue muy amigo de personajes como Augusto Pinochet y Marcial Maciel. Incluso hay nuevas investigaciones que demuestran que Sodano se dejó corromper por Marcial Maciel. Ésta es la atmósfera.

La larga agonía del papa Juan Pablo II llevó a los diferentes grupos a alcanzar acuerdos, lo cual quedó demostrado en el cónclave en el cual Benedicto XVI fue electo. Desde tiempo atrás había ciertos consensos y a eso me refiero con el pacto. Es decir, el papa Benedicto XVI representaba la continuidad. No de balde había sido el colaborador intelectualmente más activo y, en segundo lugar, más poderoso, probablemente el más dotado del Colegio Cardenalicio, que le posibilitaba tener una interlocución frente a la sociedad europea. Esto llevó al pacto entre las diferentes fuerzas conservadoras que dejaron lejos y atrás el sector progresista, o del Concilio Vaticano II, que estaba en ese momento encarnado en el cardenal Carlo María Martini, quien murió en agosto del año pasado.

Todo este gran andamiaje, toda esta gran burbuja ilusoria que dejó Juan Pablo II, de una Iglesia triunfalista, de espectáculo, sobre todo basado en el carisma y en la gran personalidad de ese Papa en particular, se le fue desmoronando a pedazos a Benedicto XVI. Recuerde que él inició con ciertos errores, como su discurso de Ratisbona y las declaraciones poco afortunadas como la del condón, cuando fue a África.

Y luego lo de los pederastas…

En definitiva, la crisis que enfrentó en torno a la pederastia en Estados Unidos, Irlanda, Australia, Alemania o en México, con los Legionarios de Cristo, sacudió la Iglesia católica, de una manera muy dramática y muy fuerte, por parte los medios de comunicación. Frente a esta gran crisis, la vieja guardia de Juan Pablo II, encabezada por Sodano, y en la que se agrupan por ejemplo, Giovanni Battista Re, o Eduardo Martínez Somalo, o el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, personajes que usted ha referido en sus notas a lo largo de los años, todo este sector le pidió al Papa cerrar filas…

Guianluigi Nizzi autor de "Sua Santitá, Le carte segrete di Benedetto XVI" que ha mostrado antagonismo y divisiones en el seno de la curia romana

Guianluigi Nizzi autor de «Sua Santitá, Le carte segrete di Benedetto XVI» que ha mostrado antagonismo y divisiones en el seno de la curia romana

Y se hizo ese pacto.

Exactamente. En la crisis se le pidió al Papa enfrentar, como un solo puño, al enemigo externo, que para ellos era el lobby político-masón en Washington y el lobby mediático de los judíos de The New York Times, en Nueva York. Entonces, Benedicto XVI fue más crítico, e incluso hizo grandes reformas en torno a la pederastia, con un enfoque más a favor de las víctimas. Alargó, por ejemplo, el periodo de prescripción de ese delito, y demandó que no fuera solamente un problema a tratar adentro de la Iglesia, sino entregar a los pecadores y delincuentes a las autoridades, etcétera. Y estas posturas fueron mal vistas por el viejo sector wojtiliano, de manera que ese pacto —que unió primero las facciones del Vaticano— se fracturó. Todo esto no lo digo por interpretación, sino con base en los documentos internos que fueron sacados y dados a la luz pública mediante el fenómeno llamado Vatileaks y que están concentrados en un libro de Gianluigi Nuzzi, que se titula: Sua Santità. Le Carte Segrete di Benedetto XVI (Su Santidad, Las cartas secretas de Benedicto XVI), el cual muestra estos antagonismos, estas luchas feroces y  palaciegas entre los sectores viejos, encabezados por Sodano, y el sector igualmente conservador, pero más pastoral, en el que está el mismo Papa, con su secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Este último es el personaje más atacado en todos esos escándalos.

Entonces, ese pacto se fractura y el Papa queda muy vulnerable frente a todo, y los ataques y las crisis continúan. El siguiente episodio ya está en puerta con los documentos dados a conocer en Los Ángeles, en donde el cardenal Roger Mahony, de paladín de los derechos humanos de indocumentados, pasó a ser un encubridor de los curas pederastas y religiosos que abusaron de niños hijos de migrantes, quienes no tienen la posibilidad de defenderse, y, mucho menos, jurídicamente.

Todo lo anterior es para contextualizar que el Papa, efectivamente, no renuncia por enfermedad. Sufre de debilitamiento, tiene problemas cardiacos, de artritis, de cadera y de hipertensión, pero, como Rosita Alvírez, ninguno es de muerte hasta ahora, aunque ya se acumulan. Y él, lo que plantea al renunciar es: “Obligo al conjunto de la Iglesia al cónclave, a los grandes personajes, a los príncipes de la Iglesia, a reunificar criterios en torno a un proyecto de sucesión, a un debate nuevamente, a limar asperezas, a volver a encontrar nuevos equilibrios y nuevos pactos”. No se trata solamente de un personaje sucesorio, o de una persona, o un hombre, se trata de un proceso que se está planteando. Por eso creo que la jugada de Benedicto XVI es un movimiento de ajedrez en el cual obliga a las diferentes facciones a reconstruir los tejidos sociales que se han fracturado en los últimos dos años.

 

Benedicto XVI debilitado y agotado

Benedicto XVI debilitado y agotado

La nueva realidad

¿Cuál tendría que ser el perfil del nuevo papa?

Depende del proyecto. Yo le puedo dar mi perfil de un hombre abierto a la sociedad moderna. Yo desearía que la Iglesia católica deje de sentirse tutelar de los valores tradicionales; que deje de condenar, culpabilizar y chantajear a la sociedad moderna, y tenga una mayor sensibilidad para escuchar y discutir temas como el de la corporalidad, la sexualidad, el nuevo papel de la mujer, las nuevas parejas, los católicos divorciados, los jóvenes. En fin… y es que la Iglesia no ha querido, no ha podido y no ha entendido cómo abrirse a una nueva realidad.

La Iglesia necesita una nueva síntesis con la cultura y la civilización contemporánea. Es decir, necesita retomar los pasos del Concilio Vaticano II, a 50 años, y cómo volverse a formar. Y ésta no es una actitud de nostalgia, sino es que en verdad la Iglesia necesita sacudirse sus polvos imperiales, sacarse toda la polilla que ha estado acumulando en los treinta años de los pontificados con Juan Pablo II y Benedicto XVI, y abrirse. Pero eso es lo que yo desearía, tanto como analista que como católico. Pero dudo mucho de que los cardenales tengan este nivel de lectura. Hay demasiada soberbia en el interior de la Iglesia.

Revista Siempre!, lunes 18 de febrero de 2013

“¿Pope? ¡Nope!”

abril 2, 2010

Jueves 1 de Abril 19:01 hrs.

“¿Pope? ¡Nope!”

Hugo Guzmán

Parece innegable que se vino “la avalancha” de la que habló el experto Bruno Bartoloni sobre la Iglesia Católica. Y al Vaticano le pasó lo peor que le podría ocurrir a cualquier institución milenaria: en todo el embrollo apareció involucrado y citado Joseph Ratzinger o Papa Benedicto XVI, al punto que le cayeron encima fuertes cuestionamientos y hasta exigencias de renuncia.

El caso de cientos de sacerdotes y jefes católicos investigados y procesados por pedofilia en contra de miles de niños y adolescentes tiene comprometida a la Iglesia Católica, al Vaticano y al Papa alemán Benedicto XVI. Es un hecho.

Para no ir a otra fuente que no sea la propia entidad católica, basta leer la entrevista que Monseñor Charles J. Scicluna, procurador de Justicia (para algunos Fiscal) de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le dio al periódico L’Avvenire. El personero reconoció que entre 2001 y 2010 se analizaron tres mil casos de abuso sexual que habrían cometido prelados. Se trata de situaciones “concernientes a delitos cometidos en los últimos 50 años”. Scicluna desmenuzó la cifra: sesenta por ciento de los casos eran por efebofila, treinta por ciento por relaciones heterosexuales, diez por ciento por actos “de pedofilia verdadera y propia, esto es, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes”. Añadió que serían trescientos los curas pedófilos habidos en los últimos nueve años, detectados.

En un intento de relativizar el asunto, el Procurador precisó que las cifras “son siempre demasiadas, es indudable, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se pretende”.

¿En qué situación están los sacerdotes o personeros de la Iglesia católica investigados por delitos sexuales? Según el funcionario de la Santa Sede, un treinta por ciento está sujeto a “proceso penal o administrativo”;  sesenta por ciento no tuvo proceso “sobre todo debido a la edad avanzada de los acusados”; en un diez por ciento de los casos hubo “decreto de dimisión del estado clerical” (dejaron de ser representantes de Dios) y otro diez por ciento “pidió dispensa de las obligaciones del sacerdocio”.

Lo cierto es que hay más de una decena de países donde se produjeron y descubrieron casos de pedofilia por parte de jerarcas y sacerdotes católicos, entre ellos Irlanda, Alemania, México, Suiza, Holanda, Chile, España, Austria, Estados Unidos, Brasil e Italia.

Y al Vaticano le pasó lo peor que le podría ocurrir a cualquier institución milenaria. En todo el embrollo apareció involucrado y citado Joseph Ratzinger o Papa Benedicto XVI. Al punto que le cayeron encima fuertes cuestionamientos y hasta exigencias de renuncia.

Ratzinger estuvo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde donde combatió a la Teología de la Liberación, a los teólogos modernizadores, a rescatadores del legado original de Jesús y a los curas identificados con “la opción por los pobres”, manteniendo, en cambio, positivos vínculos con ultraconservadores de la Legión de Cristo, Opus Dei y seguidores de Marcel Lefebvre. A estas alturas, todo indica que desde esa posición adoptó la tesis del “sagrado silencio” y la “sagrada protección” para enfrentar los casos de curas pedófilos.

Se dice y se acusa, por ejemplo, que Joseph Ratzinger, cuando era Arzobispo de Münich (1980), protegió y dio cobijo al “Cura H” –Peter Hullerman- acusado de pedofilia en la localidad de Essen, Alemania. No le pasó nada. Más aún, el “Cura H” siguió con su actividad pastoral y surgieron nuevas denuncias de sus actos delictivos sexuales. El periódico The New York Times emitió un artículo donde se señaló que cuando Ratzinger era el encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe, encubrió o no sometió a proceso al sacerdote Lawrence Murphy, acusado de abusar sexualmente de unos 200 niños sordos de una escuela especial en Wisconsin, entre 1950 y 1974.

De acuerdo a la versión vaticana, cuando Ratzinger supo de aquello, Murphy ya estaba muy anciano para ser juzgado. La guinda del pastel fue la revelación de que el hermano del actual Papa, Georg Ratzinger, golpeaba y lanzaba sillas y objetos a los menores del Coro de Niños de Ratisbona, llegando a causar miedo y lesiones leves a los agredidos. No se sabe de abuso sexual. El medio Der Spiegel indicó que Georg “era extremadamente colérico e irascible”. Además, el Papa habría ocultado y “sumergido” varios casos de sacerdotes de su Iglesia abusadores de menores de edad.

Así las cosas, surgieron los cuestionamientos más serios y las exigencias de renuncia de Benedicto XVI, algo por cierto, contemplado en las leyes vaticanas.

En Reino Unido, el grupo “Protest the Pope”, pidió la dimisión del Papa porque “es culpable de haber permitido a muchos curas pederastas evadir la justicia”. Desde Irlanda, la cantante Sinead O’Connor envío una carta al diario Independent donde manifestó: “Exijo la renuncia del Papa debido a su despreciable silencio sobre el tema y sus actos de no cooperación con la investigación”. Añadió que “los Papas no tienen problema en manifestar sus opiniones cuando hemos querido anticoncepción o divorcio. Sin embargo, cuando se trata de las maldades cometidas por pedófilos vestidos de sacerdotes, guardan silencio. Es asqueroso, increíble, extraño e inaudito. Ahora representan nada más que la maldad”.
Peter Isely, director de la Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes –el nombre de la agrupación ya es sentenciador- indicó que “el objetivo del Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, era mantener esto en secreto…Debemos saber por qué él no nos dejó saber sobre él (Murphy) y por qué no dejó que la policía lo supiera y por qué no lo condenó y no le quitó el sacerdocio”. El sociólogo Fernando González, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) dijo que Joseph Ratzinger “bloqueó el caso” del pederasta Marcial Maciel, líder de la Legión de Cristo.

El sitio web Teólogo Actual indicó en un artículo que “para que se garantice un proceso imparcial respecto al ocultamiento (de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos), es indispensable que Joseph Ratzinger renuncie a su cargo como Papa. Esto también requiere dignidad frente a las innumerables víctimas. Por esto nuestra exhortación: ¡Papa Benedicto XVI, renuncie!”

En entrevista con la periodista Carmen Aristegui de MVS, México, el experto en temas religiosos y del Vaticano, Bernardo Barranco, habló, en este contexto, de un “encubrimiento sistémico” por parte de la Iglesia frente al tema de pedófilos y apuntó al Papa: “Ha tenido en sus manos los documentos. El encubrimiento toca al Papa”. Agregó que “falta un golpe de timón”, aunque vio difícil que se concrete una renuncia papal.

Y el articulista Peter Wensierski, del Der Spiegel, se preguntó: “¿Cuándo es el momento para que un Papa renuncie?” Para relevar a lo que ha estado expuesto el Sumo Pontífice, contó que Margaret Kässmann, que fue jefa de la Iglesia Protestante en Alemania, “renunció en febrero tras decidir que no tenía la necesaria autoridad moral para su cargo después de ser sorprendida manejando borracha”. ¿No es peor ser descubierto al menos en falta de iniciativa y celeridad en casos de pedófilos?

Parece innegable que se vino “la avalancha” de la que habló el experto Bruno Bartoloni. Los delitos sexuales cometidos por curas y jerarcas de la Iglesia Católica se instalaron como tema de Estado y como una realidad sistémica de la entidad milenaria. El virus de la pedofilia invadió al Vaticano y a sus seguidores. Renuncie o no, el Pope tiene mucho que decir y hacer. Parece inevitable, por encima de su infalibilidad.

Radio Universidad de Chile