Religión y futbolización de la política
Por Bernardo Barranco V.
México no es el único país en que la clase política utiliza la fiebre social futbolera para posicionar temas delicados en la agenda pública. Sin embargo, es un arma de doble filo porque resultados adversos se pueden revertir hasta con furia. Desde hace años he sostenido que la falta de significación en la sociedad moderna, la incertidumbre y el tedio, suscita búsquedas de nuevos sentidos de vida. El futbol se ha venido convirtiendo en una respuesta efectiva, por ser una oferta lúdica y momentánea de reencantamiento. El Futbol llena vacíos y necesidades de significación frente a una existencia que ofrece poco.
Mircea Eliade, en su libro «Lo sagrado y lo profano», sostiene que la irreligiosidad en estado puro no existe, aun en personas y sociedades altamente secularizadas. El universo de los tabúes, los misterios, las supersticiones, las liturgias de origen mágico, se enmascara al orden secular, bajo aparentes nuevos significados desacralizados en fiestas, ceremonias y rituales laicos; sin embargo subyacen formas pararreligiosas híbridas que otorgan nuevos y poderosos sentidos a la sociedad.
Sería arbitrario determinar una relación absoluta entre futbol y religión; sin embargo, la sociología de las religiones está reinterpretando con mayor agudeza el fenómeno.
En Italia, la eliminación propinada por Uruguay, supone no solo una crisis en el futbol por la renuncia de su director técnico y directiva, sino también una crisis política. Porque, según el periódico La República, se acaban de aprobar nuevos impuestos generalizados y recortes al gasto público que afecta a la población. El castigo de la FIFA a Luis Suárez ha significado una afrenta a todo un país en la que incluso ha contado con la protesta del propio presidente uruguayo, José Mujica, quien cuestiona la integridad de la federación internacional al declarar: » «Tiramos para afuera a Italia e Inglaterra, cuánta guita perdieron», sentenciaba con ironía.
Francisco Alcaide, en su libro «Fútbol, fenómeno de fenómenos», en las conclusiones señala que el futbol ha sido un instrumento generador de ideologías y también un medio para afirmar o rechazar posturas políticas. La politización del futbol o la futbolización de la política son armas de doble filo que las clases políticas, buscan sacar provecho con riesgos, como el que va enfrentar la clase política italiana ante una población enojada.
En el futbol es el arte de lo inesperado y de la providencia, que se hermanan. La selección mexicana que entra coja y herida a la copa del mundo, con sus buenos resultados, ahora nos ilusiona. El futbol ha invadido plenamente el espacio público y hasta permite herejías como las exclamaciones de «Puto» en los estadios.
El futbol se está convirtiendo en una especie de religión secular sustituto, con sus rituales, sus símbolos, sus catedrales, sus sedes mundialistas o nuevas mecas de peregrinación. El futbol es la última representación sagrada de nuestro tiempo. Pero también lo religioso invade la esfera secular del deporte con su lenguaje y cábalas.
Hasta ahora, la Copa del Mundo en Brasil es el acontecimiento más importante de este proceso de globalización del futbol, un deporte que se convierte en una propuesta de la alienación colectiva a escala global pero, al mismo tiempo, de crítica social y popular. Basta ver no solo las manifestaciones sociales sino los twitter y memes.
Hay al mismo tiempo una confrontación cultural, basada en el contraste entre el Norte y el Sur del mundo, Europa vs América, incluidos los países que exportan jugadores como aquellos que los consumen e importan. En 1982, el antropólogo Marc Augé, sentenció: «Tal vez en Occidente están por delante de una religión y no lo saben.»