Bernardo Barranco/Analista de temas religiosos
La Iglesia católica se une
al rechazo a los políticos
Revista Siempre! 18 junio 2009, no. 2922
Antonio Cerda Ardura
El desencanto y la frustración de los mexicanos con la clase política se hace cada vez más notorio a medida que se acerca la fecha de las elecciones intermedias del 5 de julio. Las campañas de la mayoría de los candidatos, de todos los partidos, no logran despegar y mucho menos calar en el ánimo de la población que, indiferente, se concentra en cómo sortear los dilemas que plantea la crisis económica.
Aunque las encuestas mandadas a hacer ad hoc por empresas serias vaticinan triunfos y derrotas con base en las supuestas preferencias de los votantes, la verdad es que sobre el proceso del 5 de julio se miran negros nubarrones por la guerra sucia en la que se han enfrascado los partidos, todos contra todos, y por la amenaza de una abstención brutal, como quizás nunca se haya visto, al derecho del sufragio.
Este es el sentido de la advertencia que ha hecho el alto clero católico en su reciente documento No hay democracia verdadera y estable sin participación ciudadana y justicia social, y en el semanario Desde la Fe, en los que señala que ante la carencia de representantes con sentido democrático y con un perfil ético mínimo es urgente no sólo la rehabilitación ética de la política, sino que el abstencionismo en las elecciones podría ser del 65 por ciento o más.
“Si esto se cumpliera”, añade, por ejemplo, el semanario, “significaría un fracaso total de la reforma electoral, del IFE, de todos los partidos políticos sin excepción, y prácticamente significaría una reprobación ciudadana a la actividad política”.
En entrevista con Siempre!, el sociólogo Bernardo Barranco, experto en religiones, indica que el episcopado mexicano mira ya los síntomas del camino de México hacia el Estado fallido, como lo han advertido en estas mismas páginas desde otros sectores, y hacen suyo el desencanto social y el reproche de los mexicanos a una clase política que se ha mostrado incompetente para conducir al país.
Posturas diversas
¿Cuál es la pretensión del nuevo activismo político del cardenal Norberto Rivera, al advertir sobre un posible alto abstencionismo en las elecciones?
No creo que sea posible particularizar y, por ello, yo iría más allá del cardenal. Primero, hay que recordar que la Iglesia católica ha mostrado diferentes actitudes frente al tema electoral. En el año 2000, por ejemplo, llegó muy dividida al proceso que dio el triunfo a Vicente Fox. En ese momento los obispos no tenían una postura unánime. Un pequeño grupo apoyaba al antiguo régimen y la mayoría simpatizaba con la alternancia. De esta última posición surgió la carta pastoral Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, en la que los jerarcas saludaban la alternancia en el poder presidencial. Esto representó al interior del clero desgastes, tensiones y problemas, tanto que llegaron a tener tres nuncios. Y esto significa también que, en términos de que la Iglesia católica es una institución atravesada por diferentes corrientes, líneas, etcétera, por supuesto que es afectada por los procesos electorales y que tampoco es ajena las posturas políticas.
En el 2003, la Iglesia católica llegó con la espada desenvainada. En esas elecciones se generó un fenómeno en el que el Evangelio se politizó. En otras palabras, la Iglesia no entró al debate de qué candidato o qué partido eran políticamente correctos, sino que pidió que fueran pasados por el tamiz del Evangelio. Es decir: aquellos candidatos que seguían los principios evangélicos eran los que debían ser apoyados por los católicos, no los que estaban contra la vida y le entraban, por ejemplo, al tema del aborto.
Le pusieron religión al voto.
Politizaron el Evangelio y surgieron los llamados pecados electorales. Los ejemplos claros fueron los casos del obispo Florencio Olvera, en Cuernavaca, y su famoso decálogo (que volvió a publicar el pasado 30 de marzo); Mario de Gasperín, en Querétaro, con su documento Un católico vota así: instrucción pastoral sobre las elecciones, y muchos otros… Otro fenómeno que ocurrió en el marco de aquel proceso fue que por primera vez los obispos tuvieron que declarar ante el ministerio público, porque recibieron sendas demandas del Partido México Posible, encabezado en ese momento por Patricia Mercado, y el PRD. Fue un hecho inédito, de mucha crispación, en el que las disputas y la participación del clero llegaron, incluso, al ataque del proceso electoral.
En el 2006, el protagonismo de la Iglesia católica, encabezada desde entonces por el actual presidente del Episcopado, Carlos Aguiar Retes, fue moderado. El clero entró a tratar de atemperar las campañas negras, los golpeteos, las crispaciones, las posturas de desencanto. Si uno ve los documentos electorales episcopales de ese tiempo, estos llaman al diálogo, la tolerancia, a la apertura y a la moderación. El perfil y la actitud de la Iglesia católica en aquellos tres procesos fue muy diferente.
¿Cuál es la postura actual?
Hay una enorme crítica. Hay que leer el documento que acaban de editar los obispos: No hay democracia verdadera y estable sin participación ciudadana y justicia social, para darse cuenta del enorme desencanto y frustración que expresan por la clase política que se ha enriquecido, que se ha aprovechado del poder, que ha monopolizado los espacios, que ha sido pragmática y que ha perdido principios. Hay un reproche del Episcopado hacia la falta de ética en la actividad política.
¿No le parecen estas observaciones muy fatalistas?
Se podrían tomar como una desacreditación no sólo de los políticos y los partidos, sino de los propios órganos electorales.
Exactamente. Hay una visión, un análisis muy pesimista de la realidad, pero que probablemente también corresponde al sentir de muchos ciudadanos en este contexto de crisis, de guerra, de lucha contra el narcotráfico y de inseguridad.
¿Y no promueve esto el abstencionismo?
Lo que plantean los obispos yo lo entiendo como un llamado a la clase política, a los gobernantes y a los partidos, señalando que el modelo de la alternancia y la transición tiene límites. Está llegando a fronteras en las que se puede derrumbar o perder legitimidad. Ellos elevan la mira y citan, incluso, al papa Benedicto XVI, cuando observa que en Europa la Iglesia fue sorprendida por la democracia después de la Segunda Guerra Mundial, y que la democracia se convirtió en una especie de religión, pero, al cabo del tiempo, hubo un desencanto. Hay un paralelismo que retoma el clero al advertir que hoy el quehacer político y la democracia tienen que volver a nutrirse de principios éticos. Por supuesto, estos principios éticos están impregnados de principios cristianos. Si Benedicto XVI postula que la modernidad no tiene salvación si no recupera sus raíces cristianas, los obispos mexicanos enfatizan: “La clase política y sus estructuras, en la transición política que está viviendo el país, no tienen futuro si no retoman principios éticos inspirados en los valores cristianos”.
La causa de la sociedad
Todo esto ha sido producto de los gobiernos panistas. ¿No es como morderse la lengua?
Creo que la actitud crítica que tienen hoy muchos obispos es porque, durante el gobierno de Fox, el Episcopado y el alto clero le otorgaron un paréntesis al panismo en el poder. Pero la transición quedó frustrada con las promesas no cumplidas y quizás sienten que la Iglesia fue muy tibia y bajó un tanto la guardia. Así que la institución está retomando algo que abandonó. Por lo menos percibo que la tendencia es retomar la causa de la sociedad civil. Recordemos que en el proceso previo a la transición, a la alternancia, la Iglesia se sumó a los reclamos de la sociedad civil y tuvo una mayor participación en todo aquello que hizo posible la llegada de la democracia.
Ahora me da la impresión de que la Iglesia percibe un desencanto social por todo lo que está viviendo el país, sumado a la crisis, y hay sectores del clero que remiden esos reclamos de la sociedad civil y los empiezan a hacer suyos. Por eso esta visión fatalista, pesimista y desencantada, en el sentido de que si la política no retoma los valores y la ética cristiana, estamos condenados al Estado fallido, no solamente como gobierno fallido, sino como una sociedad fallida. Por ello los obispos han cerrado filas y también por eso le decía al principio que no sólo era el cardenal Norberto Rivera aislado, que, hoy por hoy, está más débil que nunca después de todos los escándalos. Se trata de la actitud de un conjunto de obispos que se han puesto de acuerdo y hacen una reflexión crítica sobre lo que se está viviendo.
Está probado que la sociedad sí participa en procesos como el que llevó al cambio. Quien no ha participado es el gobierno. Es el que nos ha frustrado.
Y creo que la postura del Episcopado es de advertencia: el país se puede resquebrajar y desmoronar entre las manos de nuestra clase política. Hay un desencanto tal, como lo plantean los obispos en su documento, que la probabilidad de una alta abstinencia es enorme. El Episcopado no quiere entrar a debatir sobre qué opción en concreto es la mejor. Sin embargo, cuando entra en esta cuestión de los perfiles, de los malos y los buenos (los políticos corruptos y los populistas), o en la lógica de que las opciones políticas pasen por un tamiz evangélico, de cada ciudadano, de cada creyente, de una grey electoral, entonces ahí sí, efectivamente, politiza el proceso.
¿Cuál sería su síntesis?
Hay varias. Una, que existe una lectura pesimista por parte del clero, que se suma a muchas lecturas pesimistas de sectores de la sociedad. Esa visión desilusionada, trágica y quizás hasta apocalíptica empata muy bien con el discurso del Papa, cuando los obispos señalan que la sociedad mexicana tiene que mirar sus orígenes para poder avanzar hacia el futuro. Y mirar hacia sus orígenes es recuperar sus raíces y sus valores cristianos. Otra síntesis es que en el fondo hay un debate sobre la libertad religiosa. Es decir: la Iglesia católica y las otras iglesias cuestionan que se le coarte su capacidad de expresión política y reprochan que su participación se limite simplemente a promover el voto, cuando, en Estados Unidos, Bush tenía iglesias que le hacían campaña y Obama contaba con grupos importantes que lo apoyaron.
También se pone en primer plano el tema de la ética política, lo que significa que la ética tiene que ir por delante de la política. Los principios, la moralidad social tienen que estar por encima de los mezquinos, pequeños y focalizados intereses de una clase política que se ha mostrado incompetente para conducir al país, Y esto engloba desde el gobierno hasta los partidos de oposición. En suma, me parece que el Episcopado ha dejado la tregua con los gobiernos panistas y está retomado el estado de ánimo de un sector de la sociedad civil.
Siempre!