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Vientos reformadores soplan en Roma

agosto 8, 2013

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Vientos reformadores soplan en Roma

Revista Siempre! 3 de agosto de 2013

Entrevista a Bernardo Barranco/Sociólogo de las religiones

Antonio Cerda Ardura

Tras la detención, el 27 de junio, de monseñor Nunzio Scarano, excontador de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede (APSA, por sus siglas en italiano), la cual dejó al descubierto la escandalosa y oscura transferencia de casi 230 millones de euros desde el Vaticano al extranjero, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco del Vaticano, abrió, el 31 de julio, su página en internet, con el objetivo de transparentar sus actividades.

Se comienza así a cumplir con la orden dictada el 26 de junio por el papa Jorge Mario Bergoglio, o Francisco, de que una comisión lo mantenga informado y convierta ese organismo financiero en un ente honesto.

Pero esto es sólo la punta del iceberg del extraordinario trabajo que deberá hacer el jefe de la Iglesia católica para evitar que esa institución continúe su camino hacia el derrumbe.

En entrevista con Siempre!, el destacado sociólogo de las religiones Bernardo Barranco Villafán analiza la reciente visita del papa Francisco a Brasil, y habla sobre los nuevos retos que enfrenta la Santa Sede como cabeza de millones de fieles alrededor del mundo.

Indica Barranco que, con su viaje a Brasil, Francisco se ha fortalecido y, aunque enfrentará fuertes resistencias, su misión clara es reformar y sanear las estructuras del catolicismo.

Programa pontifical

¿Cuál es su lectura sobre el viaje del Papa a Brasil? ¿Qué es lo nuevo del pontificado de Francisco?

Bernardo Barranco

Bernardo Barranco

El Papa ha presentado en Brasil lo que probablemente será su programa de gobierno. Ha pasado de los gestos y símbolos que había estado externando en Roma, vinculados a una persona bonachona, abierta y sencilla, con una mayor austeridad y humanidad, a un programa de gobierno pontifical, del cual se subraya, sobre todo, lo que podríamos llamar la agenda social, que va muy en la línea del Concilio Vaticano II. Es decir: Francisco reafirmó esa agenda de la opción por los pobres, la justicia social y los derechos humanos, que había sido relegada y olvidada por el conservadurismo, tanto final del papa Juan Pablo II, como principalmente de su sucesor, Joseph Ratzinger. A partir de ese eje, el Papa quiere revitalizar la Iglesia.

El jerarca aspira a tener una especie de segundo aggiornamento, esta expresión tan querida por el Concilio Vaticano II, que era la puesta al día de la Iglesia. Él percibe que la Iglesia ha entrado a una zona de confort, de frialdad, que no responde a las necesidades de la población y que está siendo rebasada por otras denominaciones religiosas en América Latina y en Europa, donde, evidentemente, están ganando la secularización, el laicismo, etcétera.

Y el Papa intenta sacudir esta Iglesia con una fórmula del progresismo católico, lo cual significa que, siendo un jefe conservador —porque no viene de las grandes corrientes, como la teología de la liberación, ni de movimientos de vanguardia, sino, al contrario, es muy ortodoxo—, él percibe que la necesidad de cambio, de cara al mundo, tiene que ser operada. Esto no quiere decir, por supuesto, que la Iglesia abandone la agenda moral en la que tanto insistieron Juan Pablo II, en la última parte de su mandato, y, sobre todo, Benedicto XVI, pero Francisco tampoco la va a absolutizar.

El Papa, por otra parte, fue muy claro en darle otra dimensión y en bajar, digamos, un poco el tono de confrontación con la sociedad contemporánea. Esto quedó demostrado cuando, en el avión de vuelta al Vaticano, al pontífice le preguntaron: “Oiga, ¿por qué no dijo nada sobre el aborto, que acaba de ser legalizado en Brasil? ¿Por qué no habló de los nuevos matrimonios gay?”, y él respondió: “Pues porque ya lo dijo la Iglesia local; ya sería redundar”. “Oiga, pero, entonces, ¿qué piensa usted del aborto?”. Y la respuesta fue muy sencilla: “Yo pienso lo que la Iglesia piensa. Yo soy hijo de la Iglesia”. Es decir: no se comprometió ni abordó estos temas, como el de las nuevas uniones entre personas del mismo sexo; el de la mujer como tal; el del celibato… Y cuando toca el tema de los homosexuales, indica que los respeta: “Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy para juzgarlo?”

En suma, creo que la novedad de Francisco es tratar de revitalizar la Iglesia a través de recuperar una perspectiva del progresismo católico que era entregarse a la labor religiosa, pastoral, etcétera. La de salir al encuentro, sobre todo, con los más pobres, los excluidos y los marginados.

Importante conferencia de prensa que el Papa Francisco concedió durante el vuelo de retorno a Roma

¿Quien soy yo para juzgar a los homosexuales?. Importante conferencia de prensa que el Papa Francisco concedió durante el vuelo de retorno a Roma

Digamos que intenta hacer la Iglesia más flexible, más moderna y ponerla a tiempo.

Creo que sí le va a dar un nuevo giro, con viejas recetas. Él quiere rescatar un espíritu misionero en la Iglesia y una perspectiva pastoral. Busca el encuentro de los actores religiosos: curas, obispos, cardenales, etcétera, con su feligresía. Por eso habla mucho de salir al encuentro con la vida cotidiana.

Lo que él define como “armar lío”.

Cuando habló con los jóvenes, efectivamente, dijo: “Quiero que la Iglesia salga”. Y al referirse a la Iglesia, citaba a las parroquias y las escuelas o colegios, que son las estructuras que deben ir a la calle a “armar lío”. Lío, en español argentino o sudamericano, no significa fiesta ni mucho menos, quiere decir: “Armarla, mover”. Y después él cuestionó mucho las viejas estructuras y la psicología principesca de muchos actores religiosos.

Papa fortificado

Es lo que usted advertía cuando Francisco se convirtió en papa: que la Iglesia debía “sacudirse los polvos imperiales”.

Es la misma lógica. Lo que él llama una “psicología principesca”, es esa especie de actitud monárquica que tienen muchos cardenales y obispos, que sienten que miran muy por encima a la sociedad. Se creen algo así como tutores de la moral pública y cuestionadores de lo que ellos califican como “desviaciones de la sociedad moderna”, como la homosexualidad, las nuevas parejas, el feminismo, etcétera. Y Francisco dice: “No, señores, ésa no es la actitud correcta. La actitud correcta es bajarle a los lujos y oropeles e ir a la periferia, al encuentro y a perder el tiempo con los jóvenes, charlar con las personas y ser más sencillos y más pastorales”.

Él parte mucho de lo que coescribió con el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, en el libro Sobre el cielo y la tierra: “La Iglesia tiene que recuperar esta dimensión pastoral de parroquialidad”. Por eso es que vemos al papa como un gran párroco en Roma. Ya no lo miramos con esas actitudes estiradas, rígidas, inalcanzables de un pontífice o de un personaje que está más allá del bien y del mal, sino con una sonrisa, con la besuqueada que tiene con los jóvenes, con los rompimientos de protocolo para tocar y abrazar a la gente. Estamos hablando de un párroco que quiere inyectarle vida a una Iglesia que se ha anquilosado, pastoralmente hablando, y que está perdiendo adeptos, autoridad moral y, sobre todo, ímpetu interno y confianza. Cuando dice: “No tengan miedo”, se trata de: “Ganemos confianza”, pero a través de proponer actitudes positivas.

Todo esto es lo novedoso del Papa en Brasil. Y también hay una dimensión política que es importante señalar: Francisco regresa a Roma fortificado, por la capacidad de convocatoria que tuvo.

Francisco un pontífice con mayor sensibilidad por el sufrimiento de la pobreza y la injusticia

Francisco un pontífice con mayor sensibilidad por el sufrimiento de la pobreza y la injusticia

Dos de los grandes problemas actuales de la Iglesia son la corrupción y el abuso de menores. Francisco sólo habló un poco de la corrupción, el otro tema lo evadió. ¿Qué plantea esto?

Evidentemente esto es mucho del trasfondo de la crisis histórica que tiene hoy la Iglesia católica. Francisco no puede ignorarla. No solamente son los escándalos de abuso sexual y los internos de la curia y la corrupción, sino que es también de vocaciones. La católica es una Iglesia que está envejeciendo y perdiendo adeptos frente a la competencia de los llamados mercados religiosos. Los pentecostales, por ejemplo, están avanzando de manera espectacular en América Latina y, en ese sentido, la Iglesia está viviendo un momento difícil, porque está dividida y fragmentada. Los sectores conservadores que, irónicamente, le reprocharon a los progresistas, en el Concilio, que iban a perder la identidad con esta apertura indiscriminada frente a la vida moderna, han sumido a la Iglesia en una gran crisis y el papa Francisco lo sabe muy bien. Por eso, ahora en Brasil asentó, como un estilo pastoral de gobierno: pobres, justicia social, jóvenes y derechos humanos.

Le espera mucho trabajo.

Eso, en lo pastoral, que es el derrotero que debe seguir la Iglesia, de un encuentro mucho más franco con la realidad. Pero las reformas de la curia son otra cosa; son acciones de gobierno, del jefe de Estado. Es decir: las acciones de Brasil son las del Papa, las de la cabeza de la Iglesia. Pero lo que le espera en Roma, y por eso decía que llega fortalecido, por su capacidad de convocatoria, son decisiones de Estado. ¿Y cuáles son las decisiones de Estado? La reforma de la curia; la eliminación de las corrientes de corrupción, llámense lobbies gays lobbies masones, lo que Francisco ya ha señalado, y la transparencia en el manejo de los recursos: esa caja negra que representa el Banco del Vaticano.

¿Entonces, digamos que dio un paso lógico?

Así es.

 

Fuertes resistencias

Primero se refuerza y luego va por los cambios internos.

Claro, se refuerza, y de qué manera, porque gana legitimidad. Regresa con

Bertone simboliza parte de la curia burocratizada llena de intereses y privilegios

Bertone simboliza parte de la curia burocratizada llena de intereses y privilegios

mucho más fuerza de la que lo llevó al papado, cuando mostraba timidez y humildad. Es un Papa que viene de fuera, del fin del mundo y que empieza a conocer la estructura vaticana. Ese mismo Papa fue al fin del mundo, en donde se le aclamó y quedó fortalecido, y regresó, incluso, con una actitud mucho más agresiva, porque tiene la legitimidad del Pueblo de Dios.

Pero su labor no va a ser fácil: va a enfrentar resistencias muy fuertes, intereses económicos, religiosos y de estatus muy poderosos. La vieja guardia de Juan Pablo II va a resistir, con todas sus fuerzas, y va a poner a prueba a Francisco. Él mismo lo dijo en la charla con periodistas en su avión: “Mi primera opción era ir por la reforma de la curia, formar una comisión de cardenales, etcétera. Pero los elementos cambiaron y colocaron primero el tema del Banco del Vaticano. Yo pensaba hacer cambios en el manejo de sus dineros hasta 2014, pero —y aquí se refiere al cura Nunzio Scarano, conocido como Monseñor 500, a quien pescaron con millones de euros— ahora me veo obligado a abordar este tema.

Esto nos dice que el Papa probablemente había pensado ir punto por punto, y que esto lo coloca prácticamente en la situación de una renovación o reformación total de la curia.

¿Por qué el Papa escogió empezar en Brasil y no en México? ¿Hay una estrategia?

Lo de Brasil le vino muy bien al Papa, pero ya estaba pactado. Así como él anunció que las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud van a ser en Cracovia, en 2015, igual ya estaba en la agenda el viaje a Brasil. Y digo que esto le vino como anillo al dedo porque la Iglesia en Brasil —que es de las más progresistas y fuertes del mundo, con cuatrocientos obispos y el mayor número de católicos— estaba muy alicaída y sufría una especie de shock o espasmo pastoral. Ya estaba perdiendo mucho, y la presencia de Francisco la animó.

La Iglesia de México, que es de las más grandes del mundo, no llega a 120 obispos. Así que en Brasil le fue muy bien al Papa, porque tan solo en Río de Janeiro rompió récord. La prefectura señala que movilizó a tres millones de personas, una cifra a la que nunca nadie había convocado en la historia de esa ciudad. Ahí Francisco, digamos, determinó la línea pastoral, las perspectivas de evangelización, pero, en Roma, ahí le espera una cosa muy distinta.

¿Qué perfil está adquiriendo este papa?

A mí me parece que se está identificando mucho o hay cierto paralelismo con Juan XXIII. Ambos eran catalogados como muy conservadores e, incluso, hasta poco pensantes. Hay europeos que cuestionan que Bergoglio no tiene el nivel que tenían Benedicto XVI, Juan Pablo II o Pablo VI, quien era un verdadero intelectual.
Francisco y Juan XXIII enfrentaron de diferente manera a la curia, uno, porque aquélla no quería el Concilio Vaticano II y, en el caso de Bergoglio, porque hay corrientes de corrupción muy fuertes. Ambos estaban necesitados de sacudir a la Iglesia, de cimbrarla y de darle aire fresco. Juan XXIII hizo el Concilio Vaticano II, y Bergoglio lo que está buscando es una gran reforma y un gran saneamiento de la vida interna en el Vaticano, sobre todo a nivel de las cabezas. A los dos se les consideró papas buenos, bonachones, pastorales, y me parece que éste es el perfil que está adquiriendo el papa Francisco. Esto no quiere decir que los problemas se resuelvan, pero Francisco busca darle una nueva oportunidad a la Iglesia.

 

Hombre solo

¿Lo debemos mirar como un saneador?

Juan XXIII el Papa bueno,  tiene cierto paralelismo con Francisco

Juan XXIII el Papa bueno, tiene cierto paralelismo con Francisco

Creo que sí… Y él va con todo. Que lo pueda hacer, quién sabe, porque la Iglesia, a pesar de ser una estructura muy autocrítica, recordemos que es medieval y de complejas concertaciones. Y esas concertaciones son cabildeos muy intensos; política de baja intensidad; guerra de baja intensidad, y golpeteos, a veces muy rudos, en lo obscuro, y que el Papa tiene que sortear. Lamentablemente, yo lo veo muy solo. Francisco no ha nombrado a un nuevo secretario de Estado; sigue con Tarcisio Bertone. No ha cambiado la estructura ni tiene un equipo propio. Y es algo que debería de empezar a hacer: una estructura que lo fortalezca, pero no solamente en términos mediáticos, sino estructurales. El Papa requiere ya una mano derecha, un número dos.

¿Podemos resumir que dio un muy buen primer paso?

Fue un primer paso muy alentador. El Papa está levantando muchas expectativas de cambio: va por una reforma; tiene una actitud mediática deaggiornamento, de poner al día la Iglesia, y hay un cambio en el énfasis de agendas. Su agenda fuerte es la social. A la moral no es que la abandone, pero no la absolutiza, sino la modera. Va a ser una agenda probablemente más matizada y, sobre todo, con una estructura que le permita gobernar el Vaticano, y no reinarlo. Su antecesor, Benedicto XVI, reinó, pero no gobernó. La vieja guardia es la que llevó a cabo esa tarea mientras el Papa reinaba.

Por eso lo sacaron.

Prácticamente él terminó desfondado.